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¡DETENTE!

¡DETENTE!


Detente, el corazón de Jesús está conmigo. Detente Satanás, no entrarás en mi casa, no destruirás nuestra paz y armonía; no arrancarás de nuestro hogar el amor que nos tenemos, el respeto que nos profesamos, el recuerdo agradecido de nuestros antepasados, la costumbre de rezar juntos el rosario, y el ambiente de concordia entre nosotros, los hermanos, padres, esposos, abuelos, hijos, nietos. Somos Iglesia doméstica; Cristo está con nosotros y en nosotros. Él es el centro de nuestra casa. Nuestra vida y nuestro hogar, nuestra familia y el ambiente que nos rodea es sagrado.   

Nuestra casa es santuario de la vida. Allí se nos enseña a amar, a respetar a los mayores, a ser compasivos entre nosotros, a rezar juntos, a ser pacientes, tolerantes y solidarios. Se nos enseña a valorar las virtudes de los demás, a recibir y dar cariño, a estar en casa sin temor a la puñalada por la espalda, a confiar y expresar sentimientos. No serás tú enviado de los infiernos, envidioso de los hijos de Dios, que fuiste Luzbel y por soberbia quisiste ser Dios y fuiste precipitado al fondo del averno, al castigo eterno y te convertiste en monstruo destructor de todo lo que es vida, el que nos vencerá. El poder de Dios es invencible. El poder infinito de Dios está con nosotros. La sangre del Cristo redentor nos cubre, nos protege. El Espíritu Santo nos consuela, nos ilumina. Y el Padre Dios nos ama como hijos y no permitirá que hagas daño a nuestra familia. 

En nuestra familia creemos que Dios nos ama, que nunca nos dejará, que el Padre envió a su hijo para salvarnos de la muerte eterna. Que su sangre derramada es prueba de su amor total, incondicional, y que nos tiene preparada una morada dentro del corazón de Dios para vivir eternamente.  En nuestra familia creemos en el respeto a la vida, en la dignidad humana, y que el ser humano nace hombre o mujer y no hay otro, y que de ahí viene la familia. Y tú no nos engañarás padre de la mentira, seductor malvado, porque así lo quiso Dios, así lo creó y nadie puede contradecirlo. El matrimonio es sagrado, y es entre varón y mujer, y de ahí vienen los hijos.   

Satanás, en el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo detente, y vete al infierno, que en mi casa, en las casas de los hijos de Dios no entrarás, te estrellarás una y otra vez, porque Dios nos protege y nos defiende, y el Corazón de Jesús está con nosotros. Y si Dios está con nosotros, quién contra nosotros.