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¿HAS PENSADO CUÁNTO...?

¿HAS PENSADO CUÁNTO...?


¿Has pensado cuánto te ama Dios? Primero reflexionemos en la creación de todo el universo. Hace catorce mil millones de años fue creado todo lo que existe. Y ya tú estabas en el pensamiento de Dios. Sí, como un ser individual, irrepetible, único. Todo lo hizo, desde el “big bang”, la primera explosión de la nada que dio origen a todo, pensando en ti. Dios Padre en su hijo amado, la segunda persona de la Santísima Trinidad, ya te veía en su Hijo, creándote en el momento histórico determinado por él, para que fueras manifestación de su gloria, para entablar contigo una historia de amor única, muy personal. Siempre has estado en el pensamiento divino. Y todo el universo gira en torno a tu persona y la de todos los seres humanos. Con cada uno tiene una relación personal y única. No puedes imaginarte eso, porque resulta que Él es Dios, y puede pensar en ti y en cada uno, como si nadie más existiera. Y así con toda la humanidad.   

¿Has pensado cuánto te ama Dios, si además quiso hacerse como tú, sin dejar de ser Dios? ¿Y por qué? Porque cuando uno ama desea identificarse en todo con quienes uno ama. La encarnación del Verbo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, es un acto de amor divino, pleno, hermoso, porque se hizo como nosotros para estar y padecer todo lo nuestro, y hacernos como Él, divinizándonos, sin dejar de ser hombres. Dios se hizo hombre, y por lo tanto se identificó con todo lo humano y todo lo creado por Él. Y para siempre. Es un acto de unión total, radical, pleno con el ser humano y todo lo creado. 

¿Has pensado cuánto te ama Dios, que se sometió a la historia de pecado de la humanidad para salvarnos, para redimirnos? Sin haber pecado tomó la carga universal de pecados, toda, y la asumió, la llevó consigo y la cargó para salvarnos. “Pagó el precio del rescate”, lo cual significa que recibió todo el castigo dado por el mismo pecado en su persona, asumiendo todas las consecuencias del mismo, experimentando la ausencia de su Padre, dolor supremo, el más grande, llegando con eso a la identificación suma con la humanidad pecadora. Eso es amor total. Se identificó en todo con nosotros.  Y con su sangre derramada en la cruz nos redimió. Nos salvó. Nos rescató. Se inmoló por nosotros. Abrió las puertas del cielo para nosotros. Claro, el respeta nuestra libertad. Aún con todo eso en favor nuestro, podemos decir que no, negarnos a su entrega y a ser salvados. Y condenarnos.